LEVIATÁN, de Paul Auster

Los finales son la parte más difícil de una historia. Cualquier escritorzuelo de tres al cuarto puede perpetrar un principio mas o menos interesante. Mantener el interés del lector durante el desarrollo se va haciendo  crecientemente difícil, pero lo realmente complicado es pergeñar un final memorable. Paul Auster cae en la tentación de quitarse de en medio el final cuanto antes: empieza la novela volando en mil pedazos al protagonista en la primera linea. Al conocer el suceso, el mejor amigo del difunto decide contar la historia de los hechos que lo llevaron hasta la muerte. Así empieza lo que será una suerte de biografía fragmentaria del escritor de una novela de culto, Benjamin Sachs, según el punto de vista de su amigo y también escritor Peter Aaron (claro alter ego del propio Paul Auster). Con ese pretexto nos lanzará un auténtico desfile de personajes e ideas geniales, muchas de las cuales podrían haber dado lugar perfectamente a una novela entera. Auster las arroja a diestro y siniestro despreocupadamente cómo si fueran caramelos en la cabalgata del os reyes magos. Durante la mayor parte de la novela seguirá desparramando buenas ideas, no en cada capítulo, sino prácticamente en cada página. Cómo diciendo: me da igual tirarlas, tengo más. Muchas más. Leí las primeras doscientas páginas con verdadero entusiasmo, alucinando con este derroche de creatividad y el ritmo frenético al que se suceden las situaciones y los conceptos.  Se enlazan hábilmente los personajes y las historias más dispares, para hacer evolucionar no sólo a Sachs, personaje memorable dónde los haya, sino también a un nutrido reparto de secundarios. Lamentablemente la novela se deshincha un tanto en el último tercio y cuando llega el final entiendes porqué el autor se lo quiso quitar de en medio cuanto antes: es sólo una nota de color más en la historia, no particularmente destacable y, tal vez inmerecidamente, te deja un poco "de bajón". Cómo si después del atracón de genialidad que han sido el primer y el segundo plato, el postre fuera una de esas raciones diminutas que te sirven a veces en los mejores restaurantes: bueno, pero igualmente decepcionante. De todas formas (y por no terminar la reseña dejándoos de bajón) la forma en que une las diferentes historias y las historias que se narran dentro de las historias a base de coincidencias curiosas y asociaciones mentales rebuscadas pero creíbles (marca de casa del autor, creo) centrándolas muchas veces alrededor de la Estatua de la Libertad (cómo lugar físico y también cómo icono cultural) sí enlaza perfectamente con el final de la obra.

Veredicto: 8,5 Después de "El conde Belisario" hace unos meses, pensé que tardaría en  leer un libro que me entusiasmase tanto. Durante la mayor parte de la lectura, creí que "Leviatán" iba a ser esa novela.

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